viernes, 1 de mayo de 2009

El arbol


Antes del lugar en que tenía que abandonar la carretera para cortar campo a través, el camino estrecho por donde iba parecía terminar de repente, esconderse detrás de una cerca alta, y me mostró, como impidiéndome el paso, un arbol aislado, alto, oscurísimo en el primer momento contra la transparencia nocturna del cielo. De súbito, sopló una brisa rápida. Zarandeó los tallos tiernos de las hierbas, hizo estremecer las navajas verdes de los cañaverales y ondular las aguas pardas de un charco. Como una onda, soalzó las ramas extendidas del árbol, le subió por los troncos murmurando, y entonces, de golpe, las hojas volvieron hacia la luna la cara escondida y el haya entera (era un haya) se cubrió de blanco hasta la rama más alta. Fue un instante, nada más que un instante, pero su recuerdo durará lo que mi vida tenga que durar.






José Saramago - Las pequeñas memorias (2006)

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