domingo, 28 de febrero de 2010

Hay dias en los que te levantas un poco...

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Hoy no lo tengo claro del todo... ando un tanto despistado...

miércoles, 17 de febrero de 2010

Caín

Cuando esbozó un movimiento para echarle mano al asno, el burro, ese mismo que salió de las cuadras de noah con reputación de dócil, marcó una especie de paso de baile con las patas delanteras y girando los cuartos traseros dio un par de coces que acabaron con el pobre diablo en el lodo. Aunque había actuado en legítima defensa, el burro tuvo inmediata conciencia de que sus buenas razones no serían admitidas por la masa que, bramando en todas las lenguas habidas y por haber, avanzaba para saquear las aguaderas y transformarlo a él en albóndigas. Sin necesitar el estímulo de los talones del caballero, arrancó con un trote vivo y luego con un galope del todo inesperado, vista su naturaleza asnina, de animal seguro pero al que, en principio, no se le pueden pedir prisas...

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La historia de los hombres es la historia de sus desencuentros con dios, ni él nos entiende a nosotros ni nosotros le entendemos a él.






Caín, José Saramago (2009 Alfaguara)

Mis terracitas

Hace ya dos semanas que las visito. Desde entonces, no he dejado de acudir un solo día. No sé cuanto tiempo llevan ahí, pero creo conocerlas de toda la vida.
Subo la escalera corriendo, saltando los peldaños de dos en dos, de tres en tres. Conforme asciendo, me voy encontrando más y más relajado.
En el último rellano, una ilusión en blanco intenso. Pura luz que al filtrarse por las rendijas de la pequeña portezuela, grita a voces un deseo de contarte sus secretos, como cada noche.
Al abrir, mi primera terracita, con sus baldosines de barro, nunca frios, nunca calientes. Siempre voy descalzo.
A mi alrededor, imágenes, historias que vienen y van. Mientras creo flotar, recuerdos, momentos de todas las edades aparecen y desaparecen armónicamente, en una coreografía perfecta.
Tras los bordillos, una segunda terracita, un poco más allá, la tercera. La cuarta nunca la visito, paso a la siguiente diréctamente. Se pierde el orden. Su número no importa. Aquí nada importa.
Hoy he tenido un día duro, cansado. Puedo jurar haberlo tenido un millón de veces, demasiadas. Todos los días parecen ser siempre el mismo día.
Pero no me preocupa, porque tras apagar la luz,  aparecerá ante mí una escalera, como la de anoche, y me apresuraré a subir, curioso, ilusionado, cada vez más aprisa, para abandonarme, confiado, en las relajadas historias que, como una brisa, solo susurran mis terracitas.

Quién eres y a qué vienes, Caín?

Puede ser que mi verdad sea para tí mentira, Puede ser, si, la duda es el privilegio de quien ha vivido mucho, tal vez por eso no consigues convencerme para que acepte como certeza lo que me suena a falsedad, Quién eres tú, preguntó caín, Cuidado mozalbete, si me preguntas quien soy yo, estarás reconociendo mi derecho a querer saber quien eres tú, Nada me obliga a decirlo, Vas a entrar en esta ciudad, te vas a quedar aquí, así que más pronto o más tarde todo se sabrá, Solo cuando tenga que saberse y no por mí, Dime, al menos, cómo te llamas, Abel es mi nombre, dijo caín.







Caín, (José Saramago, 2009 - Alfaguara)

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