"Procuré sentar a mi mesa a todos los canónigos. A los más viejos, que eran - según decía Hermesindo - como "perros lobeados que tenían retorcido el colmillo", me los gané con prebendas y regalos que jamás podrían haber esperado de la benevolencia del obispo. Escuchaba pacientemente sus "batallas", soportaba sus peroratas y los trataba por separado como a confidentes y consejeros, sin que ninguno de ellos pudiera sospechar siquiera que los demás se consideraban escogidos por mí para semejante deferencia."
sábado, 24 de enero de 2009
El alma de la ciudad
domingo, 11 de enero de 2009
Finaliza la temporada 25
Continuamos con los premios de la Academia de Alltid:
CATEGORÍAS DE EQUIPO:
Premio "Javi Clemente" a la mejor defensa (promedio): Con 65,2 AH... PORTENYOS
Premio "JUGOOOOOON" al mejor centro del campo (promedio): Con 68,1 AH... PORTENYOS
Premio "Tos p'alante" a la mejor delantera (promedio): Con 56,7 AH... U.E. PIPO
Premio "Taxi, a la séptima por favor" al mejor equipo (promedio): Con 177,6 AH... PORTENYOS
Premio "¡Pero si no le he tocaoooo!" al juego sucio: Con 3 Rojas y 23 Amarillas... U.E. PIPO
Premio "Teletubbies" al equipo menos tarjeteado: Con 1 roja y 8 amarillas... VIKA
CATEGORÍAS INDIVIDUALES
Premio "RA-TATATATATA-RA-TATATATATA- Julio Salinas" al máximo goleador de liga: Con 14 xarxas (chicharros) VERNON HANEY DE LOS DRAGONS Y MIKHAEL ALBERCA DE LA BALONA
Premio "Ballesteros y Javi Navarro, unas niñas a mi lado" al jugador más sucio: Con 1 roja y 4 amarillas HENDRIE TIGRO DE U.E. PIPO
Premio "Messi, comienza una tiranía" al mejor jugador: Con un TSI de 23.590 y 7 estrellas... MOHAMED RAFEEK BIN YUSOP de VENDELPLA
CATEGORÍAS ESPECIALES
Premio "Que no cojones, que no llevo a Raul" a la mejor selección del grupo: Con 5 jugadores en el 11 titular... MONTEOLIVETE DRAGONS
Premio "David Beckham" a la plantilla más cara: Con 124.460 € de salario semanal... MONTEOLIVETE DRAGONS
Premio especial... AL EQUIPO CAMPEÓN DE LIGA... Y FUTURO INTEGRANTE DE LIGA VII... ¡¡¡POOORTENYOOOOOS!!!
Finaliza la gala y nos proponemos salir a tomar alguna copita a los lugares de moda... Juanfra... nos dejamos aconsejar...
jueves, 8 de enero de 2009
Disfrazados de mayores
Eso ha hecho que un buen amigo, Raul, se acordara de ello al leer este artículo, y me lo haya hecho llegar para mi disfrute (mil gracias Raul).
Procedo pues a compartirlo con todos vosotros, la verdad es que me ha encantado.
LA ZONA FANTASMA
Disfrazados de mayores
JAVIER MARÍAS 04/01/2009
Como a cualquiera en las mismas circunstancias, la reunión me hacía ilusión y me daba miedo, luego me puso nervioso. En 1968 acabé el preuniversitario y salí del colegio Estudio, en el que había permanecido desde los cuatro años. Hace una semana, a instancias de uno de los pocos compañeros con los que mantengo amistad, José Manuel Vidal, que además es mi cardiólogo desde hace un decenio, unos cuarenta miembros de aquella promoción fuimos a su casa y nos vimos las caras, en algún caso por primera vez en cuarenta años. Mercedes Cabrera, la Ministra de Educación, y yo teníamos la ventaja de que esa cara se nos ve en la prensa de vez en cuando y era difícil que le diéramos un susto a nadie. Da temor encontrarse con cincuenta y siete años a quienes dejamos de ver con dieciséis o diecisiete. De hecho dudaba que fuera aconsejable. A algunos los había vuelto a ver hacía veinte, con motivo de una reunión similar, pero eso es también mucho.
Fue muy agradable y divertido, y, tras unos segundos de desconcierto, todo el mundo resultó reconocible. Había que hacer una corrección de enfoque, acoplar la cara infantil o juvenil que uno guardaba en la memoria a la del hombre o la mujer maduros que tenía ahora uno enfrente. A los pocos minutos, en el peor de los casos, se obraba una superposición y, por así decir, uno conseguía "encajar" las dos imágenes, la del pasado remoto y la del presente, sin que ésta borrara aquélla del todo ni aquélla desmintiera del todo a ésta. Nadie preguntaba mucho por la vida actual de cada cual, más allá del "Qué tal te va" impuesto por la educación.
Esa vida actual en realidad no interesaba, a ninguno nos importaba saber a qué se dedicaba el otro, si tenía hijos, mujer o marido, porque en seguida se congeló el tiempo y empezamos a tener la sensación de que la vida verdadera era aquella, la de estar todos juntos sin profesión ni ataduras, en la vaga y eternizada expectativa de la infancia, y de que cuanto había ocurrido y venido después de separarnos era accidental y secundario, una especie de desviación de lo natural, o de error, o acaso un larguísimo sueño que tocaba a su fin al reencontrarnos aquella noche, como si pensáramos: "Este es mi lugar. Estos son mis compañeros primeros, con los que eché a andar por el mundo y con los que conviví a diario durante trece años fundamentales; aquí están las primeras chicas que me gustaron, mis primeros enemigos con los que me pegué en el patio para luego hacer siempre las paces; aquí están mis primeros amigos a los que procuré ser leal, aquí mi primera representación del mundo, en la que aprendí ya casi todo".
Era curioso ver y sentir el afecto espontáneo con que nos tratábamos todos (hasta los que no nos caíamos muy bien en el colegio), con una natural tendencia a abrazarnos, a pasar una mano cariñosa por el brazo, a que las mujeres, cuando la noche ya estuvo avanzada y tomamos asiento, apoyaran sus cabezas cansadas en los hombros de los hombres en quienes confiaban, como si fuéramos hermanos. Allí nadie podía ser un farsante, y no había ministra ni escritor que valieran, ni médico, arquitecto, abogado, ingeniero, periodista o psiquiatra. Nadie era nada más que el que siempre fue en clase. "Ellos me conocen bien", pensé, "nunca podría engañarlos: todos sabemos cómo es cada uno, aquí no cabe ningún fingimiento". Oh, y me sentí tan cómodo, tan a salvo y tan a resguardo.
Hablé con la primera niña -niña entonces- que me gustó, a los cuatro años, María José Gancedo, simpatiquísima; y con la segunda, a los seis, Margarita Castillo; reconocí a Marín y a Peña, y el primero montó un DVD con viejas fotografías que nos sumergió aún más no en el pasado, sino en el tiempo que está siempre ahí, esperándonos; a Onís y a Tatay, antaño pendencieros y que hoy organizan safaris; a Lambea y a Suárez-Carreño, y a los cariñosos Gamero, Salgado y Ruiz-Bravo; a Marianne, Suseta, Asun y María Rosa, a Carmen Bernis y a Lola Lantero, ahora rubia casi platino; estaba Mercedes, también muy simpática, sin guardaespaldas por una vez porque allí era donde menos los necesitaba. No puedo nombrarlos a todos. Dos han muerto: mi mejor amigo de la primera infancia, Bauluz, y África, de la que alguien contó cómo en otra reunión, a la que no asistí, se despidió de Gonzalo Domínguez Torán con un beso casi cincuentón en la boca, y le dijo: "Tenía esto pendiente desde la niñez. Ahora ya me quedo tranquila al respecto".
Brindamos por ellos y por otros ausentes: Inés Ortega, Liven Porter, Javier Fernández del Riego, Paloma Agrasot, Rafael López Barrantes, algunos no habían podido venir desde América.
Preferí no quedarme hasta el final. No quería irme cuando ya no hubiera más remedio y por ende sentirme "expulsado" de la verdadera vida, de la más auténtica, de aquella en la que no hay disimulos y todo es diáfano. Me rondaban dos pensamientos contradictorios, o eran sentimientos: por un lado, "Si siguiéramos aquí un día tras otro, sería una pesadilla". Por otro, y era más fuerte, "Que no se acabe, por favor, que no se acabe esto". Por eso me fui, cuando aún quedaban muchos y muy animados. Para acabar yo la experiencia feérica, de abolición o más bien compresión del tiempo, y que no fuera otro quien me la terminara, ni siquiera el anfitrión delicado y generoso. Porque, como dijo alguien, volvimos a ser nosotros, sólo que disfrazados de mayores. Nuestros muchos años, nuestras profesiones y fracasos o logros, nuestras mujeres o maridos e hijos, pasaron a no ser más que eso, disfraces que se ponen los niños.
Secreto, pero menos
Era Julia, la reconocí, vestía como aquella tarde en el parque en el que les ví besarse. Estaba guapísima. Abrí la puerta.
- Hola, eres Julia verdad? Yo soy Fernando. Pasa por favor. Cariño! Julia ha llegado!
Salieron corriendo al ascensor.
- Papá, vamos a una fiesta, llegaré un poco tarde...
- No te preocupes Cristina, abrigaos y pasadlo bien, adios.
Me quedé un momento en el rellano, solo, como atontado. Sonó un ruido y entré apresurado en casa... mi pequeña, se hace mayor.
domingo, 4 de enero de 2009
Leamos un poquito más, seamos un poquito más libres
Por no hablar de la multitud de conflictos bélicos con los que nos desayunamos todos los días, Afganistán, Iraq, la lamentable historia interminable entre Palestina e Israel... parece mentira que todavía no se haya montado la gorda... y de lo que no nos debemos enterar...
No participo como activista en ningún pro-algo o anti-no-se-qué, mi vida no es tan interesante. De hecho, hace unas horas he visto en la tele el resumen del partido del Barça de esta semana, y puedo asegurarte que esa crucial información velará por que mis sueños de esta noche sean placenteros y felices.
Ante tal panorama, y coincidiendo con estas fechas, me doy cuenta de que mis buenos propósitos para este año, seguir sin fumar, adelgazar y tratar de leer un poquito más, aparte de ser francamente originales, no contribuyen en nada a mejorar problema alguno del mundo en que vivimos.
Seguro que tú, que sí eres una persona comprometida, habrás tenido muy en cuenta estos temas a la hora de plantear lo que quieres para el nuevo año, y sabrás qué hacer para mejorarlo... o tal vez no... y como tantos, no nos quede otra que esperar pacientemente a que las cosas “sucedan”, y que alguien que no nos conoce ni sabe de nosotros, determine la penitencia que deberemos pagar por nuestros pecados.
Tal vez en un mundo como en el que vivimos, una de las pocas formas de sentirnos un poquito libres, estupefacientes aparte, sea viviendo nuestras propias historias en las páginas de un buen libro. Además, contamos con una gran ventaja, si no nos gusta nuestra aventura, procedemos a cerrarlo y no pasará nada. Siempre podemos esperar a disfrutar de nuestro momento de libertad al abrir el siguiente.
Por ello te invito a compartir uno de mis propósitos para el nuevo año, además de este artículo que os adjunto, que ha atraido mi atención hoy entre tanta notícia desagradable... leamos un poquito más, seamos un poquito más libres.
4/1/2009 PEQUEÑO OBSERVATORIO (El Periodico de Catalunya)
Vestuario especial para leer
JOSEP MARIA Espinàs
Cuántos libros se habrán regalado por Navidad, fin de año y Reyes? Menos que juegos de ordenador, supongo. Pero un libro tiene un grosor, un peso, un tacto que no se encuentra en nada más. Ir pasando páginas de un libro es como avanzar por un camino e ir pasando hitos. Leer es un pequeño viaje, pero lleno de estímulos.
Naturalmente, no existen dos libros iguales ni dos lectores iguales. Un mismo libro puede ser apasionante para unos y aburrido para otros. Puede ser educativo, reconfortante, proporcionar placer, sonrisas, reflexiones. Cada libro ofrece la posibilidad de que cada lector lo haga suyo a su modo. Antes de que se pusiera de moda el término interactivo, los libros ya lo eran.
Claro que, cuando se regala un libro, es conveniente pensar si va a gustar a la persona que lo recibe. Pero la duda no debe paralizar. Un libro tiene un final, pero no es un espacio cerrado. Contra todas las previsiones, un libro puede decepcionar o puede entusiasmar. Además, no es forzoso leer un libro determinado. En el fondo, lo que realmente importa es ponerse a leer. Si hemos adquirido el hábito de la lectura, no tendremos ningún escrúpulo si dejamos de leer un libro. Ya encontraremos otro que nos satisfará. Si hemos empezado a interesarnos por los vinos y hay uno que no nos gusta, ya elegiremos otro. Es lo mismo que hacen los aficionados al cine.
En un excelente artículo, Sergi Pàmies habla de la lectura con aquella sutil ironía que le es propia. Alude a la campaña de la Generalitat que se basa en este lema. "La lectura nos hace más libres". (Si no me equivoco, hace años propuse un artículo con este eslógan: "Más libros, más libres", aprovechando el parecido de las dos palabras). Pàmies dice que el prestigio de la lectura casi asusta. Todas las virtudes que se atribuyen a los libros son ciertas, dice, pero pueden provocar una adicción y quizá estaría bien que en cada ejemplar figurara este aviso: "Lea con moderación". Y prevé que se activarían inmediatamente nuestros mecanismos de contradicción y leeríamos demasiado. Me gusta esta idea de prohibir para estimular, y me lleva a pensar en el planteamiento que yo hice un día. Proponía que si la lectura se quería que fuese popular habría que obligar a quien quisiera leer a ponerse un determinado vestuario. Un chándal de color fucsia y un gorro negro con puntitos blancos, por ejemplo. O sea, una especie de uniforme llamativo, sin el que no estuviera permitido leer. Seguro que habría un alud de lectores.